sábado, 26 de febrero de 2011
martes, 3 de febrero de 2009
Discernimiento vocacional (2/7)
2. Percepción
Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía (Jr 20,9).
Para descubrir lo que Dios quiere de ti, necesitas hacer silencio exterior e interior, pues el ruido te impide percibir.
Percibe tus sentimientos, pensamientos, preocupaciones, deseos. Escucha tanto a las personas que aprueban tu inquietud como a quienes la critican. Mira a los hombres y mujeres que te rodean: ¿qué te suscitan su tristeza, su dolor, su pobreza, su necesidad de Dios?
Ve tu historia: ¿Por cuál camino te ha llevado el Espíritu Santo? ¿Cuáles han sido los hechos más importantes de tu vida? ¿Qué personas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Toma conciencia de tu presente: ¿Con quién te relacionas? ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿Qué te hace feliz hoy? ¿Cómo es tu relación con Jesucristo? Contempla el futuro: ¿Cómo te imaginas dentro de diez años? ¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿dónde quieres jugártela?
Con la ayuda de tu director/a espiritual, discierne cuidadosamente si tu inquietud es signo de un auténtico llamado al sacerdocio o a la vida consagrada, o más bien es manifestación de que Dios quiere que intensifiques tu vida cristiana como laico/a.
Al dar este paso podrás decir: «Intuyo que el Espíritu Santo quiere algo especial de mí». «Siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios y de colaborar con Jesucristo en la salvación del mundo».
Discernimiento vocacional (1/7)
1. Oración
Señor, ¿qué quieres que haga? (Hch 22,10).La vocación no es algo que tú inventas, es un tesoro que encuentras. No es el plan que tú elaboras para tu vida, sino el proyecto que Dios-Trinidad te propone y te invita a realizar. No es principalmente una decisión que tú tomas, sino un regalo que recibes, una llamada a la que respondes.Para descubrir lo que Dios quiere de ti, haz oración. Eso hicieron Samuel (1S 3,10), Ezequiel (Ez 2,1–3,11), Jesús de Nazaret (Lc 3,21), María Magdalena (Jn 20,17), Pablo de Tarso (Hch 9,11)…En la oración podrás encontrar a Jesucristo y experimentar su amor; el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar, y te dará fortaleza y audacia para responder.En el diálogo con Jesús podrás oír su voz que te llama: «ven y sígueme» (Mc 10,21); o bien, escucharás que te dice: «vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti» (Lc 8,39).No basta con que ocasionalmente te acuerdes de Dios y le pidas que te ilumine, es necesario que dediques momentos formales a la oración. Puedes orar diariamente (al menos unos quince minutos), tomar un día de retiro o hacer unos ejercicios espirituales.La oración, además de ser el primer paso del proceso de búsqueda, es un ejercicio que deberá estar presente a lo largo de todo tu discernimiento vocacional.Al dar este paso podrás decir: «Me fascina Jesucristo». «Quiero encontrar la voluntad de Dios para mí». «Quiero realizar su proyecto».
Señor, ¿qué quieres que haga? (Hch 22,10).La vocación no es algo que tú inventas, es un tesoro que encuentras. No es el plan que tú elaboras para tu vida, sino el proyecto que Dios-Trinidad te propone y te invita a realizar. No es principalmente una decisión que tú tomas, sino un regalo que recibes, una llamada a la que respondes.Para descubrir lo que Dios quiere de ti, haz oración. Eso hicieron Samuel (1S 3,10), Ezequiel (Ez 2,1–3,11), Jesús de Nazaret (Lc 3,21), María Magdalena (Jn 20,17), Pablo de Tarso (Hch 9,11)…En la oración podrás encontrar a Jesucristo y experimentar su amor; el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar, y te dará fortaleza y audacia para responder.En el diálogo con Jesús podrás oír su voz que te llama: «ven y sígueme» (Mc 10,21); o bien, escucharás que te dice: «vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti» (Lc 8,39).No basta con que ocasionalmente te acuerdes de Dios y le pidas que te ilumine, es necesario que dediques momentos formales a la oración. Puedes orar diariamente (al menos unos quince minutos), tomar un día de retiro o hacer unos ejercicios espirituales.La oración, además de ser el primer paso del proceso de búsqueda, es un ejercicio que deberá estar presente a lo largo de todo tu discernimiento vocacional.Al dar este paso podrás decir: «Me fascina Jesucristo». «Quiero encontrar la voluntad de Dios para mí». «Quiero realizar su proyecto».
2. Percepción
3. Información
4. Reflexión
5. Decisión
6. Acción
7. Dirección espiritual
Siete pasos para el discernimiento vocacional
¿Tengo vocación?
Siete pasos para el discernimiento vocacional
Fernando Torre, Misionero del Espíritu Santo
Uno de los grandes retos que debes enfrentar en tu vida es el de encontrar tu lugar en la sociedad y en la Iglesia.
A ti, que buscas tu vocación, estos siete pasos te pueden ayudar a discernir el proyecto que Dios Padre tiene para ti.
Aunque aquí se habla de las vocaciones consagradas (en la vida religiosa, en el sacerdocio…), el proceso descrito puede aplicarse en la elección de cualquier estado de vida o profesión.
1. Oración
2. Percepción
3. Información
4. Reflexión
5. Decisión
6. Acción
7. Dirección espiritual
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miércoles, 3 de diciembre de 2008
¿Cual es el sentido de la vida?
Dios y el sentido de la vida. Carta a un universitario.
¿Cómo vas en los estudios? ¿Te están gustando? Espero que sí. Sin embargo, ahora no será motivo de diálogo la parte académica. Hoy me gustaría platicar acerca del sentido de la vida, de tú vida. Quisiera, en primer lugar, preguntarte ¿para qué estudias? Quizá me digas que para aprender más y volvería yo a inquirir ¿y para qué quieres saber más? Me dirás que para poder tener un trabajo en el futuro, y yo continuaría ¿para qué? Y me dirás que para asegurar un futuro para ti y para tu familia. Y ¿para qué? Considero que será mejor detenernos aquí.
El tema del que quiero hablarte es del sentido de la vida. ¿Crees en verdad que la vida tenga sentido? ¿Para qué vivir? ¿Vale la pena? Seguramente que aún sin quererlo te has hecho esas preguntas.
Con esas preguntas espero hacerme comprender que el sentido de la vida es más, mucho más, que la profesión o el trabajo. La pregunta del sentido de la vida es complicada. No es como un circuito electrónico, que funciona o no. En la respuesta se involucra la vida entera. El porqué vivir es una inquietud radical que pide una respuesta: ¿quién soy, para qué estoy en esta vida, existe dios, cómo me debo comportar? Son preguntas para las cuales las ciencias nunca tendrán una respuesta ni afirmativa, ni negativa, es más, ni orientativa. De ahí que cuestionar el asunto del sentido de tu vida sea una tarea personal, aunque solitaria.
Pero, me interrumpirás pidiendo una mayor explicación sobre lo que se entiende al decir “sentido” de la vida. Aprovecharé un texto de Béla Weissmahr , quien comenta que el punto de partida es la propia experiencia existencial que nos da una pre-comprensión de lo que somos. Seres en el mundo, seres con los otros. Buscar el sentido equivale a buscar la inteligibilidad y el valor de las cosas. El mundo sólo es inteligible desde el hombre llamado a la esperanza, proyectada al porvenir. Se puede hablar de que algo tiene sentido cuando es bueno y satisface. Tiene sentido lo que te llena, lo que responde a tus necesidades vitales, espirituales y personales, lo que satisface el anhelo de reconocimiento, protección y compañía, aquello que te hace sentir a gusto, que te capacita para aceptar sin reservas tu entorno, tus decisiones y a ti mismo. Vamos, te lo voy a decir con palabras de la sabiduría popular, encontrar sentido es como decir, “ya me hallé”. Es decir, cuando yo coincido con mi mundo y éste conmigo. Es decir, cuando puedo vivir encontrando sentido y reconociéndolo en todo lo que soy y hago.
Me viene a la mente un relato de un monje que encontró sentido a su vida mediante el servicio a los demás y la consagración a Dios. Este monje, con mucha preparación y experiencia de vida, pasó su vida entera abriendo y cerrando la puerta del monasterio y encontró allí y en eso el sentido de su vida y una plenitud tal que poco importaba si abriera puertas, cocinara, estudiara o realizara cualquier otra actividad. Por lo contrario, no hallarse en no entender, es no encontrar sentido.
Sin embargo, continuando con la historia del monje, habrá que preguntarse cuál era el sentido que él le daba a esa actividad o como era posible que esa actividad le diera sentido y plenitud a su existencia, pues como tú bien lo sabes, pasarse la vida entera abriendo y cerrando puertas parece ser poco agradable y nada gratificante.
Me podría aventurar a dar contigo el siguiente paso en esta cuestión de sentido. Y es que el sentido, aquello que te mueve, que te pone en camino hacia algo que quieres, no puede estar solamente encerrado en uno mismo, ni se puede reducir a la realización de una actividad. Weissmahr comenta que propiamente sólo tiene sentido aquello que apunta por encima de sí mismo, situaciones que nos liberan de nuestra propia estrechez. Y es mediante ese salir de sí, que es posible recuperar la energía creativa, el amor sentido hondamente o la vivencia estética.
Y es que el sentido de la vida es algo global, radical. No consiste en realizar una actividad aislada ni en obtener algo que deseas, pues todo ello debe estar de cara a aquello mayor que quieres ser en la vida. Quizá hayas tenido la experiencia de anhelar mucho un coche, un viaje, un rompecabezas. Lo deseas con muchas ganas y es ese deseo lo que te impulsa a conseguir el objeto de tu deseo. Podemos hablar que le encuentras el sentido a todo el trabajo que tengas que realizar para conseguir lo que quieres. Sin embargo, sucede una curiosa en el ser humano. Cuando consigue algo que quería, enseguida surge el desencanto o la costumbre y surge otro deseo. De ahí se desprende que nuestra realización no puede estar en la obtención de las cosas materiales. Existe un dicho que dice así: “la riqueza es como el agua de mar, entre más tomas, más sed tendrás” Continúa Weissmahr diciendo que nuestra s actuaciones particulares sólo tienen un sentido cuando el todo al que pertenecen, es decir, nuestra vida como un conjunto, tiene a su vez sentido. (Weissmahr, p. 82)
Otra experiencia más que nos puede servir es recordar cuáles son los momentos en los que te has sentido más feliz, más pleno. Haz memoria. ¿Quizá fue cuando compraste algo para ti, un coche, un viaje? Al platicar con muchas personas me han compartido que algunos de los momentos más felices de sus vidas han sido cuando han hecho algo por otros, cuando han aportado su tiempo y su persona a una causa humanitaria, a una persona que pasaba necesidad. Incluso partiendo de este tipo de experiencias, muchas personas han encontrado sentido a su vida. Este fenómeno resulta interesante pues están en juego las otras personas. En la película Bleu de Krzysztof Kieslowski, hay una escena que me impactó mucho, pues una persona le dice agradecida a otra: “Gracias, gracias por todo lo que has hecho por mí”. “Pero si no he hecho nada” contestó la protagonista. “Estuviste ahí, me escuchaste”.
“Meta de todo ser humano es la autorrealización, sólo se puede alcanzar cuando no se le persigue en forma directa. Ser hombre equivale a estar sobre sí mismo y orientado hacia algo, que a su vez no es ello mismo, hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que ese algo cumple, o hacia otro ser humano con el que se encuentra en el amor” (Weissmahr p.61)
Sin embargo, es necesario dar un paso más allá, pues podrías contradecirme diciendo que tampoco el “estar volcados hacia los otros” te puede hacer totalmente feliz. ¡Cuántas personas se dedican a servir a otros y no encuentran en ello ni plenitud, ni sentido!
La búsqueda del sentido de la vida es la búsqueda del fundamento y sostén absoluto de nuestra vida. Esto es, al plantearnos la vida en un sentido global, radical, no bastan experiencias de adquisición de cosas o de ayuda a personas, debe haber algo más.
Parece ser tiempo para que hablemos del fundamento y sostén absoluto de la vida. Es aquí donde hablamos del Absoluto. Para los cristianos, Dios es el Absoluto, aquel en quien el hombre supone y afirma un sentido no relativizable de su vida y sus actividades y reconoce una realidad última que confiere sentido a su vida. (Weissmahr p.65). De este modo, todo lo que el ser humano realice tendrá su origen y su destino en Dios. En él adquirirán sentido y se articularán todas las demás acciones que el ser humano realice. Dios será quien explique y de sentido a la vida. El mandamiento será el del amor a él y a los prójimos. Con Dios la vida toda podrá tener sentido.
Sin embargo, llegar a este tipo de conclusiones no será posible a través de la ciencia, ni de la lectura o intelección de la Biblia solamente. Las experiencias de sentido surgen más que cuando especulamos con agudeza, cuando actuamos y nos comprometemos, cuando amamos a alguien y experimentamos que somos amados, cuando nos irritamos frente a la injusticia, cuando vivimos y afirmamos el bien y el mal como opuestos incondicionales (Weissmahr p. 65)
Como afirma Weissmahr, a la vida humana sólo puede darle sentido una realidad trascendente al mundo e imperecedera. Esta realidad debe tener, además un carácter personal.
De este, modo, sabiéndonos sostenidos por “alguien” somos capaces de enfrentar la vida, de asumir incluso el sufrimiento y el dolor con esperanza y serenidad y de gozar y disfrutar plenamente la vida.
Recuerdo ahora un estudio en el que mencionaban que las personas que creían en Dios eran capaces de soportar más dolor que aquellas personas que no tenían alguna creencia en un ser superior.
Quizá nos hayamos extendido ya bastante en este tema, y aún tengas una objeción. Me dirás que no podemos sólo creer en Dios por una “experiencia”, que se puede amar a los seres humanos sin tener que ser creyente.
Solamente te diré que el ser humano tiene necesidad de aferrarse a algo, de sentirse sostenido por algo, por alguien. Baste ver la inmensa cantidad de horóscopos, psíquicos, adivinadores, lectores de cartas, nuevas sectas, religiones, movimientos que han surgido. Incluso en los países, así llamados “desarrollados” como Francia existe aún un alto porcentaje de la población que dice no creer en dios, pero que acude con frecuencia a diversos tipos de movimientos, grupos o prácticas que racionalmente podrían ponerse en duda. Con esto quiero demostrarte que el ser humano absolutiza siempre algo en la vida busca algo que lo trascienda. Algunos desgastan su vida por el deporte, otros por el poder, otros más por el dinero. Aspectos todos que no trascienden y que son tan efímeros que de un día a otro puede desaparecer. De ahí la necesidad de reflexionar acerca del sentido que tu quieres darle a tú vida.
Para ello, necesitarás escucharte en lo más profundo de tu corazón. ¿Qué cosas son las que te hacen realmente feliz?
La pregunta por el sentido de la vida no la podemos acallar, siempre llama a nuestra puerta y sólo puede ser una respuesta hecha vida. Ya sea que decidas no contestarla, sin embargo, lo estarás haciendo.
Creo que ha llegado el tiempo de dejar un momento para pensar. ¿Sientes que has encontrado el sentido de tu vida?
¿Cuál ha sido el móvil, el motor, lo que anima e impulsa tu vida? ¿Sientes que vale la pena vivir por y para ese “Absoluto”, te sientes “hallado” en lo que eres y haces aún cuando pueda haber dolor o sufrimiento? ¿Crees que puedes dotar tu existencia de sentido sin Dios? ¿En qué cifrarías el sentido de tu vida?
¿Cómo vas en los estudios? ¿Te están gustando? Espero que sí. Sin embargo, ahora no será motivo de diálogo la parte académica. Hoy me gustaría platicar acerca del sentido de la vida, de tú vida. Quisiera, en primer lugar, preguntarte ¿para qué estudias? Quizá me digas que para aprender más y volvería yo a inquirir ¿y para qué quieres saber más? Me dirás que para poder tener un trabajo en el futuro, y yo continuaría ¿para qué? Y me dirás que para asegurar un futuro para ti y para tu familia. Y ¿para qué? Considero que será mejor detenernos aquí.
El tema del que quiero hablarte es del sentido de la vida. ¿Crees en verdad que la vida tenga sentido? ¿Para qué vivir? ¿Vale la pena? Seguramente que aún sin quererlo te has hecho esas preguntas.
Con esas preguntas espero hacerme comprender que el sentido de la vida es más, mucho más, que la profesión o el trabajo. La pregunta del sentido de la vida es complicada. No es como un circuito electrónico, que funciona o no. En la respuesta se involucra la vida entera. El porqué vivir es una inquietud radical que pide una respuesta: ¿quién soy, para qué estoy en esta vida, existe dios, cómo me debo comportar? Son preguntas para las cuales las ciencias nunca tendrán una respuesta ni afirmativa, ni negativa, es más, ni orientativa. De ahí que cuestionar el asunto del sentido de tu vida sea una tarea personal, aunque solitaria.
Pero, me interrumpirás pidiendo una mayor explicación sobre lo que se entiende al decir “sentido” de la vida. Aprovecharé un texto de Béla Weissmahr , quien comenta que el punto de partida es la propia experiencia existencial que nos da una pre-comprensión de lo que somos. Seres en el mundo, seres con los otros. Buscar el sentido equivale a buscar la inteligibilidad y el valor de las cosas. El mundo sólo es inteligible desde el hombre llamado a la esperanza, proyectada al porvenir. Se puede hablar de que algo tiene sentido cuando es bueno y satisface. Tiene sentido lo que te llena, lo que responde a tus necesidades vitales, espirituales y personales, lo que satisface el anhelo de reconocimiento, protección y compañía, aquello que te hace sentir a gusto, que te capacita para aceptar sin reservas tu entorno, tus decisiones y a ti mismo. Vamos, te lo voy a decir con palabras de la sabiduría popular, encontrar sentido es como decir, “ya me hallé”. Es decir, cuando yo coincido con mi mundo y éste conmigo. Es decir, cuando puedo vivir encontrando sentido y reconociéndolo en todo lo que soy y hago.
Me viene a la mente un relato de un monje que encontró sentido a su vida mediante el servicio a los demás y la consagración a Dios. Este monje, con mucha preparación y experiencia de vida, pasó su vida entera abriendo y cerrando la puerta del monasterio y encontró allí y en eso el sentido de su vida y una plenitud tal que poco importaba si abriera puertas, cocinara, estudiara o realizara cualquier otra actividad. Por lo contrario, no hallarse en no entender, es no encontrar sentido.
Sin embargo, continuando con la historia del monje, habrá que preguntarse cuál era el sentido que él le daba a esa actividad o como era posible que esa actividad le diera sentido y plenitud a su existencia, pues como tú bien lo sabes, pasarse la vida entera abriendo y cerrando puertas parece ser poco agradable y nada gratificante.
Me podría aventurar a dar contigo el siguiente paso en esta cuestión de sentido. Y es que el sentido, aquello que te mueve, que te pone en camino hacia algo que quieres, no puede estar solamente encerrado en uno mismo, ni se puede reducir a la realización de una actividad. Weissmahr comenta que propiamente sólo tiene sentido aquello que apunta por encima de sí mismo, situaciones que nos liberan de nuestra propia estrechez. Y es mediante ese salir de sí, que es posible recuperar la energía creativa, el amor sentido hondamente o la vivencia estética.
Y es que el sentido de la vida es algo global, radical. No consiste en realizar una actividad aislada ni en obtener algo que deseas, pues todo ello debe estar de cara a aquello mayor que quieres ser en la vida. Quizá hayas tenido la experiencia de anhelar mucho un coche, un viaje, un rompecabezas. Lo deseas con muchas ganas y es ese deseo lo que te impulsa a conseguir el objeto de tu deseo. Podemos hablar que le encuentras el sentido a todo el trabajo que tengas que realizar para conseguir lo que quieres. Sin embargo, sucede una curiosa en el ser humano. Cuando consigue algo que quería, enseguida surge el desencanto o la costumbre y surge otro deseo. De ahí se desprende que nuestra realización no puede estar en la obtención de las cosas materiales. Existe un dicho que dice así: “la riqueza es como el agua de mar, entre más tomas, más sed tendrás” Continúa Weissmahr diciendo que nuestra s actuaciones particulares sólo tienen un sentido cuando el todo al que pertenecen, es decir, nuestra vida como un conjunto, tiene a su vez sentido. (Weissmahr, p. 82)
Otra experiencia más que nos puede servir es recordar cuáles son los momentos en los que te has sentido más feliz, más pleno. Haz memoria. ¿Quizá fue cuando compraste algo para ti, un coche, un viaje? Al platicar con muchas personas me han compartido que algunos de los momentos más felices de sus vidas han sido cuando han hecho algo por otros, cuando han aportado su tiempo y su persona a una causa humanitaria, a una persona que pasaba necesidad. Incluso partiendo de este tipo de experiencias, muchas personas han encontrado sentido a su vida. Este fenómeno resulta interesante pues están en juego las otras personas. En la película Bleu de Krzysztof Kieslowski, hay una escena que me impactó mucho, pues una persona le dice agradecida a otra: “Gracias, gracias por todo lo que has hecho por mí”. “Pero si no he hecho nada” contestó la protagonista. “Estuviste ahí, me escuchaste”.
“Meta de todo ser humano es la autorrealización, sólo se puede alcanzar cuando no se le persigue en forma directa. Ser hombre equivale a estar sobre sí mismo y orientado hacia algo, que a su vez no es ello mismo, hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que ese algo cumple, o hacia otro ser humano con el que se encuentra en el amor” (Weissmahr p.61)
Sin embargo, es necesario dar un paso más allá, pues podrías contradecirme diciendo que tampoco el “estar volcados hacia los otros” te puede hacer totalmente feliz. ¡Cuántas personas se dedican a servir a otros y no encuentran en ello ni plenitud, ni sentido!
La búsqueda del sentido de la vida es la búsqueda del fundamento y sostén absoluto de nuestra vida. Esto es, al plantearnos la vida en un sentido global, radical, no bastan experiencias de adquisición de cosas o de ayuda a personas, debe haber algo más.
Parece ser tiempo para que hablemos del fundamento y sostén absoluto de la vida. Es aquí donde hablamos del Absoluto. Para los cristianos, Dios es el Absoluto, aquel en quien el hombre supone y afirma un sentido no relativizable de su vida y sus actividades y reconoce una realidad última que confiere sentido a su vida. (Weissmahr p.65). De este modo, todo lo que el ser humano realice tendrá su origen y su destino en Dios. En él adquirirán sentido y se articularán todas las demás acciones que el ser humano realice. Dios será quien explique y de sentido a la vida. El mandamiento será el del amor a él y a los prójimos. Con Dios la vida toda podrá tener sentido.
Sin embargo, llegar a este tipo de conclusiones no será posible a través de la ciencia, ni de la lectura o intelección de la Biblia solamente. Las experiencias de sentido surgen más que cuando especulamos con agudeza, cuando actuamos y nos comprometemos, cuando amamos a alguien y experimentamos que somos amados, cuando nos irritamos frente a la injusticia, cuando vivimos y afirmamos el bien y el mal como opuestos incondicionales (Weissmahr p. 65)
Como afirma Weissmahr, a la vida humana sólo puede darle sentido una realidad trascendente al mundo e imperecedera. Esta realidad debe tener, además un carácter personal.
De este, modo, sabiéndonos sostenidos por “alguien” somos capaces de enfrentar la vida, de asumir incluso el sufrimiento y el dolor con esperanza y serenidad y de gozar y disfrutar plenamente la vida.
Recuerdo ahora un estudio en el que mencionaban que las personas que creían en Dios eran capaces de soportar más dolor que aquellas personas que no tenían alguna creencia en un ser superior.
Quizá nos hayamos extendido ya bastante en este tema, y aún tengas una objeción. Me dirás que no podemos sólo creer en Dios por una “experiencia”, que se puede amar a los seres humanos sin tener que ser creyente.
Solamente te diré que el ser humano tiene necesidad de aferrarse a algo, de sentirse sostenido por algo, por alguien. Baste ver la inmensa cantidad de horóscopos, psíquicos, adivinadores, lectores de cartas, nuevas sectas, religiones, movimientos que han surgido. Incluso en los países, así llamados “desarrollados” como Francia existe aún un alto porcentaje de la población que dice no creer en dios, pero que acude con frecuencia a diversos tipos de movimientos, grupos o prácticas que racionalmente podrían ponerse en duda. Con esto quiero demostrarte que el ser humano absolutiza siempre algo en la vida busca algo que lo trascienda. Algunos desgastan su vida por el deporte, otros por el poder, otros más por el dinero. Aspectos todos que no trascienden y que son tan efímeros que de un día a otro puede desaparecer. De ahí la necesidad de reflexionar acerca del sentido que tu quieres darle a tú vida.
Para ello, necesitarás escucharte en lo más profundo de tu corazón. ¿Qué cosas son las que te hacen realmente feliz?
La pregunta por el sentido de la vida no la podemos acallar, siempre llama a nuestra puerta y sólo puede ser una respuesta hecha vida. Ya sea que decidas no contestarla, sin embargo, lo estarás haciendo.
Creo que ha llegado el tiempo de dejar un momento para pensar. ¿Sientes que has encontrado el sentido de tu vida?
¿Cuál ha sido el móvil, el motor, lo que anima e impulsa tu vida? ¿Sientes que vale la pena vivir por y para ese “Absoluto”, te sientes “hallado” en lo que eres y haces aún cuando pueda haber dolor o sufrimiento? ¿Crees que puedes dotar tu existencia de sentido sin Dios? ¿En qué cifrarías el sentido de tu vida?
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lunes, 10 de diciembre de 2007
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"Si el hombre quiere saciar la sed de felicidad que le quema las entrañas, es a Cristo hacia quien debe dirigir sus pasos"
(Juan Pablo II)