2. Percepción
Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía (Jr 20,9).
Para descubrir lo que Dios quiere de ti, necesitas hacer silencio exterior e interior, pues el ruido te impide percibir.
Percibe tus sentimientos, pensamientos, preocupaciones, deseos. Escucha tanto a las personas que aprueban tu inquietud como a quienes la critican. Mira a los hombres y mujeres que te rodean: ¿qué te suscitan su tristeza, su dolor, su pobreza, su necesidad de Dios?
Ve tu historia: ¿Por cuál camino te ha llevado el Espíritu Santo? ¿Cuáles han sido los hechos más importantes de tu vida? ¿Qué personas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Toma conciencia de tu presente: ¿Con quién te relacionas? ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿Qué te hace feliz hoy? ¿Cómo es tu relación con Jesucristo? Contempla el futuro: ¿Cómo te imaginas dentro de diez años? ¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿dónde quieres jugártela?
Con la ayuda de tu director/a espiritual, discierne cuidadosamente si tu inquietud es signo de un auténtico llamado al sacerdocio o a la vida consagrada, o más bien es manifestación de que Dios quiere que intensifiques tu vida cristiana como laico/a.
Al dar este paso podrás decir: «Intuyo que el Espíritu Santo quiere algo especial de mí». «Siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios y de colaborar con Jesucristo en la salvación del mundo».
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